María Teresa Canelones Fernández | Tres veces Neptuno: La Misa que a toda Costa fue

Tres veces Neptuno La Misa que a toda Costa fue

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Tres veces Neptuno: La Misa que a toda Costa fue. El ser humano y la naturaleza son una unidad, no una dicotomía.

Su cabeza es una banda sonora. Y en ella, los Beatles, es la banda que más suena. Suena duro mientras camina al malecón, pero no camina sólo, sino escoltado y secundado de izquierda a derecha por jóvenes que visten atuendos impolutos como el que él vistió a las seis de la mañana luego de dormir sólo seis horas.

Los tres caminan lento, erguidos, sonrientes pero protocolares, cinematográficos y eufóricos, como la euforia que se escucha de fondo en lo que bien pudiera ser un concierto de rock, una multitudinaria asamblea política, o el inevitable destino al paredón o a la hoguera.

Un día antes en el comedor de la casa de sus padres -en Boconó, estado Trujillo- veía un acto religioso en la tv.

Todos saboreaban al mediodía el tradicional gusto que trae un Viernes Santo con pescado seco, chicha de maíz, y el agua bendita vs el infaltable café de Altamira cosechado en familia.

Cuarenta horas después sería el punto focal de una historia, televisado y aplaudido como jamás lo será en ninguna iglesia del mundo durante la celebración de la Última Cena y el Lavatorio de los pies.

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Los acordes Bliterianos crescendo en su cabeza. Ahora se encuentran a unos metros de la escena, del escenario rodeado, abarrotado, ruidoso, alegre, musical, ciego civil, blanco de fe, glorioso verde militar.

Ahí van Edmundo Cadenas, Máximo Ochoa y Luis Salesi, desobedeciendo en 2009 al Obispo Vicente Ramón Yánez Pinzón, y oficiando la tradicional Misa de la Bendición del Mar, realizada sólo por obispos y arzobispos desde 1860 en Puerto Cabello, estado Carabobo.

Convencidos, se convirtieron en los elegidos y celebrados en una de las más importantes celebraciones eclesiásticas del país que reúne cada año unos diez mil creyentes en el Dios católico, y de los cuales por lo menos el setenta por ciento en ese momento eran fieles a la Revolución Bolivariana, aún viva, polémica y casi una tradición en la historia política moderna de Venezuela, pese a la muerte de su líder Hugo Chávez Frías en marzo de 2013.

La Misa de la Bendición del Mar es oficiada cada Domingo de Resurrección, y ampara una tradición religiosa y social como el tradicional cielo celeste que ha permanecido limpio en sus distintas épocas y galas.

El mar entra en un profundo y místico reposo mientras bendicen sus aguas –lo que no sucedería en la imposición de la Cruz a un niño durante su bautismo-.

Entre repiques de campanas, sonidos de sirenas y cohetes se crea una conexión entre lo terrenal y lo divino.

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El demonio jamás irrumpiría en el mar durante esta celebración en la que también los pescadores recorren como en un pesebre las bien portadas aguas como diminutas figuras en barquitos de papel.

En Venezuela además de la Misa de la Bendición del Mar en Puerto Cabello, se realizan celebraciones afines en la Isla de Margarita, en Ocumare de la Costa, estado Aragua, y en el estado La Guaira, igual de significativas para los devotos pese a la menor asistencia.

Sin embargo, la Misa de la Divina Pastora, -en Barquisimeto, estado Lara- (llevada a cabo por tierra), es la que reúne más feligresía en el país. Unos dos millones cumplen religiosamente con la Pastora en procesión cada 14 de Enero.

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En el mar existen tantas bestias como monstruos
En el mar existen tantas bestias como monstruos

En el mar existen tantas bestias como monstruos en la más rancia tradición. Uno se pregunta si será verdad que habita tanta rareza en esta masa de agua salada porque ningún bicho ha quedado flotando o sepultado por la arena en la orilla luego de un tsunami o maremoto.

El mar es todo aquello que esconde las más profundas oscuranas de un mundo soberbio y feroz que vive a toda luz con bichos de dos patas.

Para todos el mar existe y más que una certeza es asumido como una tradición visual que está ahí de forma espontánea como un lienzo del pintor romántico ruso, Iván Aivazovski, uno de los seres humanos en la historia que más retrató el mar y sus diferentes paisajes marinos.

El mar es tan real y mítico a la vez como el enorme escorpión marino que subyugó a los mares hace medio millón de años, convirtiéndose en el primer depredador del planeta, o Aquaman, Rey de los 7 mares, uno de los primeros superhéroes de la industria cinematográfica infantil, junto con el Rey Tritón, inspirado en el dios mensajero de los mares en la película animada La Sirenita.

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El mar, inundado de tradición y de ficción abriga unas formidables y potentes mandíbulas de cocodrilo, y no chista en devorar devotos, laicos y ateos a la velocidad de la luz como en un film hollywoodense, para luego mandarlos al Oeste de Filipinas, a unos 11.000 kilómetros de profundidad.

Es decir, a La Fosa de las Marianas, donde no existen más que los ritos y rutinas del pez caracol, el más baboso de las especies marinas, que paseando por el océano recuerda a gatas con sus veinte centímetros de largo, que es el rey del lugar más profundo y oscuro del planeta.

Así como el mar, la tradición también representa la inmensidad, la extensión, y la libertad para muchos individuos, grupos y sectas.

Defendidos y reivindicados, en diferentes contextos y dimensiones humanas estos elementos tan subjetivos adquieren un carácter inamovible en cada realidad, como el mar mismo hasta que se enfurece, como las misas inmemorables, como la iglesia y Dios según el beneficio, como los feligreses arraigados, y el periodismo tan cíclico como la historia.

La tradición, inamovible como el poder político en un país inamoviblemente populista, tradicionalista, y apasionadamente creyente en salvadores políticos y espirituales. La tradición, tan devoradora como el inmenso, extenso y libertario mar.

Episodios claves sobre el mar en la vida de Jesús de Nazaret forman parte de la literatura bíblica que alimenta, abriga y autentifica a la tradición como la única verdad prohibida a olvidar y en la que se debe creer pase lo que pase, por ejemplo, el paso del pueblo de Israel por el Mar Rojo, que huyendo de la esclavitud a la que había sido sometido por los egipcios logró su liberación junto a su líder, el patriarca Moisés.

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Que pase lo que pase, los mortales continúen reproduciendo y testificando que el Hijo de Dios calmó la tempestad en el Mar de Galilea, y que caminó sobre las aguas, y que quizás en pleno Siglo XXI aún tendría sentido supeditarse a la fe y creer que los actuales líderes políticos y religiosos alguna vez caminarán por la senda correcta, que sería lo mismo decir por el Mar Índico –por ser el más sereno- y dejar de transitar por el más revuelto y peligroso, el Drake -ubicado antes del archipiélago de las Islas Shetland del Sur- con olas que superan los diez metros de altura, mínimas e inocuas ante la ambición y codicia de muchos gobernantes y autoridades en distintos órdenes.

De esta manera evitarían ahogarse y ahogar a quienes representan y dirigen. Como dice el Padre Edmundo Cadenas, “el mar siempre será una posibilidad de liberación”, y otros sumarían que es la opción más expedita para ahogar las penas en Venezuela, uno de los tres países más corruptos de Latinoamérica –antecediendo a Nicaragua y Haití- según el Informe de Transparencia Internacional publicado en enero de 2022.

Cadenas conoció el mar a los nueve. Fue en la Guaira, en Catia La Mar, en Caracas. En su vida espiritual el agua significa liberación, limpieza y renovación aunque sea salada y por ella merodeé el tiburón, ese Rey del Mar, tan letal como la Ballena Orca.

A él no le importa porque simpatiza con el Tiburón de Rubén Blades en las fiestas posteriores a las homilías que celebra en los campos andinos, con paso salsero y raspacanilla.

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“Es Todo Terreno este padrecito”, cuenta que le dicen muchos de sus fieles, compañeros jesuitas y diocesanos. Ahora se define como cristiano y días después de haber presidido la Misa de la Bendición del Mar se convirtió en El Padre Neptuno, conocido en la mitología romana como El Rey de los Mares y de los Océanos.

Este título se lo acreditó el Padre Alex Salóm s.j. de la Parroquia Jesús Obrero, en Catia, en Caracas, porque en su defensa alegó que la misa no se había celebrado en la jurisdicción de tierra, si no en el mar, específicamente en la gabarra, lo que según él los absolvía de alguna falla o delito.

Haber sido uno de los Tres Neptunos que rompió con la tradición y con cargos e investiduras clericales lo ubican en la historia religiosa venezolana como el rebelde, y el desobediente más afortunado de este capítulo religioso porque fue el único suspendido mediáticamente por su osadía, mientras que Máximo Ochoa, fue castigado por siete años, y Luis Salesi, luego de un año de haber sido suspendido, tuvo que ir hasta el Tribunal Eclesiástico de la Rota Romana -el principal tribunal de la Iglesia- en Roma Italia, para dirimir el caso y levantar la suspensión.

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clima político en Venezuela
clima político en Venezuela

En 2009 el clima político en Venezuela hervía y el bolsillo de los venezolanos ardía por la recesión económica.

Chávez estaba quizás más enfermo que vivo, Nicolás Maduro, era Canciller de la República y Cilia Flores la Presidenta de la Asamblea Nacional. Un trío que baipaseaba “desde 2005 la mayor inflación de la región”.

Mientras, el mundo celebraba la creación de la Red Social Facebook -la más utilizada en la actualidad con un 87%-. Obama pasaba a ser el Primer Presidente Negro en los Estados Unidos, y de una premiado con el Nobel de la Paz; y la estrella del pop de los ochenta -Michael Jackson- moría de una sobredosis de calmantes.

El mundo también se enteraba que en México se había descubierto una nueva cepa de virus de gripe, mezcla humana, aviaria y porcina que dejaría veinte muertos.

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Diez años después una pandemia atentaría directamente con las vías respiratorias y eliminaría a siete millones de seres humanos de diferentes generaciones, cifra que va en aumento por la permanente mutación del virus.

En las últimas dos décadas en Venezuela, el fanatismo político pasó a formar parte de la dieta alimenticia del venezolano como la tradicional arepa reina pepiada, el pabellón criollo y el café con leche.

Servido sin discusión, con propiedades curativas, gloriosas, explosivas, excitantes y afrodisiacas como un plato de mariscos, y en cada organismo una reacción diferente de vida o muerte.

Voltaire diría que el Coronavirus es “un bebe de pecho” en relación al “gangrenamiento cerebral” generalizado –consecuencia del fanatismo- del cual padecen por lo menos la mitad del país ocasionado por el apasionamiento del rojo rojito (pro gobierno) o el azul azulito (oposición), entre otras tonalidades que identifica a estos últimos.

La fogosidad política ha tenido distintos matices y signos a lo largo de la historia venezolana. Esa pasión como una tradición natural, -casi sana- como la rivalidad entre los fanáticos de los equipos de beisbol Caracas/Magallanes.

También existió en sus procesos políticos anteriores a la Revolución Bolivariana, porque lo que hasta entonces fue visto en muchos períodos gubernamentales con una alta dosis de humor a lo largo de las diferentes tendencias de izquierda y de derecha, fue adquiriendo progresivamente tonos concluyentes de blancos y negros, hasta desaparecer los grises y el pantone completo, e instalarse un período recalcitrante con un gobierno autoproclamado como socialista con tradiciones de mando caprichosas, improvisadas, histriónicas y melodramáticas como quizás todos los procesos políticos de la historia venezolana anteriores.

Sólo que esta vez con desbordadas proporciones de fanatismo que tanto para los entendidos, y espectadores internos y extranjeros significa escandalosamente un fraude ideológico y electoral, en por lo menos las tres últimas elecciones que los mantiene en el poder. Un humor hiriente, a agonizante forma parte de la tradición política en Venezuela.

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El Padre Edmundo cuenta que un impulso divino, bíblico, teológico, cristológico y eclesiológico, lo llevó a oficiar la Misa de la Bendición del Mar.

Sospecho que por su personalidad alegre, inquieta, curiosa, y particular dentro de su gremio, le hubiese gustado llegar en helicóptero a Carabobo cual estrella de rock, y plantarse con la adrenalina a la enésima entre flashes ante más de diez mil seres humanos vitaminados por la fe y la convicción.

“El servir y el compromiso con una feligresía desamparada por su propio pastor me movió a un riesgo incluso ante la ley eclesiástica, sin embargo, recordé Lucas 6,1-5: Jesús y la Ley. Donde Jesús plantea que la ley está al servicio del hombre y no al contrario. En este caso un pastor que se niega atender a su rebaño y además impone una ley de sanción a quien atienda el rebaño, eso me supuso un desafío como cristiano, el cual asumí”.

Asegura que fueron las razones que lo inspiraron para no negarse, y darle un si automático al Padre Máximo Ochoa –con quien trabajó en la Universidad Católica Santa Rosa en Caracas- y quien fue el encargado de contactarlo por teléfono y hacerle la histórica propuesta.

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El Obispo Vicente Ramón Yánez Pinzón encargado de la Diócesis de Puerto Cabello en 2009, se negó a celebrar la Misa y Bendición del Mar por razones políticas/ideológicas, para los Tres Neptunos sesgadas y absurdas – cuatro años después el prelado sería suspendido presuntamente por mal manejo de recursos, además de un escándalo moral.

Se negó porque asistiría el alcalde chavista y muchos de los afectos al Gobierno Socialista. Sin embargo, para salvar la tradición Yánez Pinzón llegó a proponer que se hiciera la eucaristía en la Catedral con un reducido grupo de personas.

Reducido y selecto como las autoridades y comitiva que recibió a los sacerdotes en la Base Naval de Puerto Cabello luego de haber ordenado trasladarlos por tierra.

Un ambiente político, militar y civil constituido además por el Alcalde Rafael Lacava, el Vicealmirante comandante de la Base, miembros de las Fuerzas Armadas, y voceros de las comunidades del poder ciudadano.

Pasada las ocho de la mañana de ese 12 de abril, Domingo de Resurrección, los Tres Neptunos llegaban al muelle para ser trasladados en lancha a una gabarra ubicada frente al malecón donde se encontraba la mayor concentración de la feligresía.

La gabarra como una estructura flotante celestial retirada, y suspendida como un olimpo y altar que alberga cada año al Ministerio de Dios en la tierra con música coral, y otras personalidades políticas y académicas terrenales incapaces de ir de pie en una lancha, así como ni siquiera imaginar en ese contexto sentirse etéreos, flotar y mucho menos caminar en la diosa agua -como jamás se lo plantearía ningún sacerdote en el planeta- la cual cubre un 70% de la Tierra.

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Pero la emoción y la incertidumbre sí estuvieron presentes al menos en la cabeza y el corazón del Padre Edmundo porque cuenta que el gentío que los recibía y aplaudía con alegría y gracia se perdía de vista en el muelle a unos ciento cincuenta metros de distancia, frente a ese mar particularmente azul y despejado.

“Agradecí a Dios por la maravilla de la creación, de ese paisaje tan hermoso. La gente que nos acompañaba realmente estaba admirada por el hecho de lograr celebrar la misa. Recuerdo que un capitán de navío que me escoltaba cuando íbamos a la gabarra me dijo una de las cosas que no olvido nunca: “Padre usted va a hacer historia”. “Yo creo que sí, pero, sobre todo servir”, le respondí.

Un día después de haberse realizado la Misa de la Bendición del Mar tres curas ocuparían por primera vez el mayor centimetraje de la prensa nacional venezolana, no por pedofilia, sino por atentar y salvar al mismo tiempo la tradición, ese armario antiquísimo que sabe a rancio, a cielo y a purgatorio.

La tradición, confort e identidad, que se inventa, reinventa, evoluciona, transforma, y muchas veces marea hasta el vómito como la cola de una montaña rusa.

Poco más de una hora duró la misa, una hora de mucho calor, un calor húmedo, y una homilía de aproximadamente diez minutos realizada por el Padre Máximo -quien recordó “la gloriosa resurrección de Jesucristo”- dio una vez más continuidad a este mensaje propagado por décadas como un eco divino. El Padre Edmundo presidió la celebración y leyó el Evangelio sobre la Resurrección, mientras el Padre Luis hizo las peticiones. “Roguemos al Señor”, se escucha cada año, porque es tradición.

“La resurrección de nuestro señor Jesucristo hoy, es el cumplimiento de su promesa, de la nueva vida. Es la esperanza ante los signos de muerte. Los signos del Reino de Dios son signos de vida”, afirma el Padre Edmundo.

Los Tres Neptunos eternos iniciados -en celebraciones multitudinarias de costa y de mar- siempre dirán que la misa no tuvo un contenido político, ni ideológico, sino litúrgico. La grabación de la misa transmitida por el Canal del Estado es su testigo masivo.

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Catorce años después de celebrarse la Misa y Bendición del Mar, el Padre Edmundo recuerda y sostiene que, “La Misa es la Eucaristía, y Eucaristía significa Buena Acción de Gracias por tantos motivos, y uno de ellos es dar gracias a Dios por la existencia de la humanidad.

Por la gran familia humana en la que existe una diversidad social, política, y cultural, diversidad donde las diferencias no pueden ser vistas como amenazas.

Nosotros religiosamente, cristianamente vemos las diferencias como las características de cada ser humano, de cada hermano y hermana, que distingue la relación entre todos.

Como cristianos vemos las diferencias entre los demás como una riqueza, como la capacidad de enriquecernos con los talentos, los conocimientos, las capacidades, y los dones que tiene cada persona”.

“En la Misa y Bendición del Mar había una diversidad importante que procedía de distintos estados del país. Ella congregó una diversidad social que hizo posible una celebración como hermanos de Dios y superando cualquier motivo de particularidad y encontrándonos para celebrar la vida, el don de la existencia humana que nos ha regalado Dios, lo que sería necesario sucediera en la coyuntura actual del país donde las diferencias han llevado en las últimas décadas a una conflictividad social, política y en varios órdenes porque no tenemos la capacidad de asumir que el otro es distinto, y que es bueno que sea diferente. Hablamos del diálogo interreligioso y del Ecumenismo, dialogar y aceptar al otro que tiene una visión de Dios distinta a la mía. Qué bueno sería vivir como en la Misa y Bendición del Mar con aquella multitud, como en tiempos de Jesús. La multitud con Jesús para escuchar la palabra, ser atendido por Jesús aliviando sus necesidades, enfermedades, multiplicar los alimentos, hacer posible el milagro de compartir. Qué bueno sería vivir en esa fraternidad que logra realizar la misa en una hora. Ese espacio religioso nos enseña a encontrarnos con el prójimo”, insiste el sacerdote.

Los vigilantes de la Universidad Santa Rosa en Caracas, fueron los primeros fans que vio el Padre Edmundo nomás llegó a su realidad de administrativo clerical.

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Lo vieron por la televisión inaugurando y cerrando la misa con una disertación pluralista y fraterna que al día siguiente sería juzgada por la Iglesia opositora venezolana y venerada por al menos el 80% de los católicos en Boconó, lugar de la geografía venezolana donde tres de cada cinco le piden la bendición y donde ni porque se ponga gorra ni use gafas negras pasaría desapercibido por quienes solicitan sus servicios de bautizos, matrimonios, funerales, bendiciones de locales, misas en los templos del pueblo y de los campos, así como para confesarse por sus pecados, e invitarlo a fiestas familiares.

Las consecuencias mayores de oficiar la Misa de la Bendición del Mar el Padre Edmundo las experimentó en su gremio desde lo político y moral, porque como siempre los medios de comunicación olvidaron el asunto días después y su familia sólo le preguntó serenamente por lo sucedido, naturalizando el hecho como una misión divina y burocrática. 

Dos semanas después de oficiar la misa, dos de los Tres Neptunos fueron convocados a un derecho de palabra en la Asamblea Nacional.

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El Padre Edmundo en cuarenta minutos de discurso fue aplaudido cinco veces, y en la historia política y religiosa venezolana aún resuena en el recuerdo del público presente y televisivo su famosa frase: “Los obispos nos suspenden, el pueblo nos absuelve”.

La Misa de la Bendición del Mar de 2009 fue tema en las clases de derecho canónico en el Seminario Interdiocesano Santa Rosa de Lima, en Caracas. Como una decisión precipitada, en una “sanción desmedida e injusta” es catalogada por el Padre Edmundo cuando se refiere a la sanción hecha por los obispos Ramón Viloria Pinzón de Puerto Cabello, el Obispo de Yaracuy Mons. Nelson Martínez, y Monseñor Vicente Hernández Peña Obispo de Trujillo.

Lo califica además como un aprendizaje para la Iglesia, alegando a que justamente en la iglesia en el derecho canónico existe el debido proceso como en el derecho civil, penal y militar. Pese a exponerlos al escarnio público revela que lo ocurrido fue dialogado y resuelto armoniosamente. “Nos reconciliamos como Hermanos en Cristo.

El Nuncio Apostólico en Venezuela para ese entonces, Mons. Pietro Parolin, Doctor en Derecho Canónico, hoy Cardenal y Secretario del Estado Vaticano en Roma, jugó un papel determinante para esta solución del caso y la reconciliación”, dice y parece real como tan real fue su encuentro con el mar seis años después de presidir la famosa misa que las nuevas generaciones poco recuerdan.

Fue en la playa Los Caracas, la Guaira”, continúa. “Un encuentro con varios hermanos sacerdotes del grupo de la Iglesia Opción por los Pobres, donde también hablamos de lo ocurrido como un ejemplo de las diferencias que se viven hacia lo interno de la Iglesia por las distintas visiones teológicas y pastorales, algo que siempre ha existido desde los orígenes del cristianismo. Así fue el primer caso cristiano de las controversias entre San Pedro y San Pablo que vemos en el capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles, no obstante, que existen modos cristianos y humanos para resolver las diferencias, tensiones y conflictos. Tales son estos: el discernimiento cristiano, la guía del espíritu santo, la caridad cristiana que mueve a la compresión, tolerancia y reconciliación, así, como la madurez humana para el dialogo, la inclusión, el respeto y la convivencia posible en sana paz”.

“El mar también tiene ese símbolo bueno y positivo de regeneración para el ser humano, aunque a veces sea compulsivo, tempestuoso, y con oleajes fuertes que causan tragedia y daño. Así como el mar, la tradición tiene dos ángulos.

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Hay una tradición rancia, costumbrista, y mecánica, que vive de un legalismo que genera una inercia psicológica personal, espiritual y social porque hace ver a la gente que las cosas son sólo como ya están establecidas, lo que es una visión incorrecta porque no hace justicia al ser humano.

Y la otra visión de la tradición tiene que ver con el legado de lo espiritual y de lo social, el legado de aquellos personajes, sucesos y acontecimientos fundamentales que han marcado historia y que tienen que ver con transformaciones, con cambios y en definitiva con la realidad y con la dinámica humana que es un cambio permanente, como lo es el organismo humano, la biología humana, la química orgánica, las funciones de metabolismo en el cuerpo, la dinámica de la vida humana en lo social, en lo económico, en lo político, y en lo espiritual.

El ser humano y la naturaleza son una unidad, no una dicotomía. El ser humano se ha convertido en un detractor, destructor y depredador del entorno natural porque perdió su conciencia, y su razón en alguna parte de la historia, y hoy necesita volverse a reencontrar con la Madre Tierra, porque si no estaremos asistiendo a la quinta extinción de la vida en el planeta, tal como lo revela el científico británico James Lovelock, en su famoso libro La Venganza de la Tierra, explica el Padre Edmundo, entonces imagino al mítico Neptuno barbudo, cabello profuso y largo, no en su carruaje de delfines y peces, sino caminando entre filas bordeadas de pupitres bajo la gravedad del Planeta Tierra, donde no llueven diamantes, pero la gente camina sobre los mares, y cree en hechiceros, santos y políticos por los siglos de los siglos de la tradición.

Twitter: @airan82

Correo electrónico: mariatcanelonesf40@gmail.com

María Teresa Canelones Fernández es Lic. en Comunicación social. Universidad Fermín Toro, Barquisimeto edo Lara. Magister en Comunicología de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Quince años de experiencia. Actualmente redactora de notas culturales, artículos de opinión y entrevistas. Estudiosa del Periodismo Literario.

Punto de Corte no se hace responsable de las opiniones emitidas por el autor de este artículo

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