Caracas, 01 de septiembre de 2021
@AmericoMartin
La Política sirve para demasiadas cosas, especialmente en lo concerniente a la Educación, que por cierto tiene un alcance tan vasto y diverso como la Política misma. Y a quien lo dude le es aplicable una opinión tan profunda como la emitida por Platón, el más inteligente de los filósofos de la Antigüedad, y conste que refiero a los más sabios, eminentes y populares, a Sócrates, a Aristóteles, Pitágoras, Tales, Parménides o Heráclito.
Pero no me interesa regodearme en saberes y sabidurías que, a los efectos de este artículo, pueden tomarse como “conocimiento inútil”. Lo que quiero resaltar es la enorme importancia de la Política en tanto que “ciencia” -y al mismo tiempo “arte”-.
Jorge Eliecer Gaitán, ejemplo más bien contrario de la reciproca buena influencia entre el contenido de lo que se dice, y la forma de decirlo. Gaitán era un altamente expresivo líder nacional que navegaba con ventaja por sobre el liderazgo bipartito de Colombia. Con su ejemplo podría evidenciarse igualmente un rico contenido que puede resultar desastroso si quien lo expone es un mediocre.
Las famosas “Oraciones” de aquel estupendo orador de tribuna que fue el célebre penalista Jorge Eliecer Gaitán, convencían por la fortaleza que parecía desprenderse de su coherencia, la precisión de cada palabra y la fuerza y temple que aseguraban la masiva participación de multitudes, convencidas de la veracidad del razonamiento y la belleza que enlazaba palabras, oraciones y gestos oportunos.
En fin, la fortaleza del orador y la templanza que adornaban el discurso garantizaban la proyección de su mensaje al alma de sus felices seguidores. La fortaleza y templanza de Gaitán desde la garganta del ilustre líder liberal, quien se había adueñado en aquel momento de la Plaza Bolívar de Bogotá, seguía su marcha hasta conquistar el corazón de Colombia.
Desde tiempos inmemoriales se ha tenido a Maquiavelo por fundador de la Política. No faltan otros escritores y líderes en capacidad de discutirle esa distinción. Pero sea lo que fuere, la definición de aquella complejísima actividad humana que se extiende a todos los ámbitos, se ha venido aceptando como válida la definición, digamos bipartita, proporcionada por el notable pensador florentino. No creo que pueda sostenerse la tesis que le atribuye la autoría de la Política, pese a que sin duda pocos aportaron en sus comienzos tanto como Maquiavelo. Por otra parte, tengo la impresión que, desde el momento en que él lo dijera, se ha aceptado pacíficamente que la Política es una ciencia además de un arte. Es impresionante la presencia de esa doble sustancia en la gran mayoría de las definiciones acerca de lo que es esta fundamental actividad de los seres humanos. Cuando Maquiavelo habla de “Técnica” obviamente se está refiriendo a la ciencia. La del siglo XVI, en el esplendor del siglo XVI, macerándose sin prisa pero sin pausa lo que será ese gran salto que fue la Revolución Industrial. En pleno Renacimiento, no había otra manera de completar la definición haciendo que el arte acompañara a la Política, colocando en la cima “el arte”´.
Resultaba indiscutible su preeminencia en aquel fulgurante movimiento que vino a sustituir la concluyente Edad Media, durante largos años, calificada como era oscura de la Humanidad. Grueso error desmentido por el tiempo, sin menoscabo de los elogios que han llovido sobre los luminosos tiempos del Renacimiento, tanto en la Pintura, como la Literatura, la Escultura, la Arquitectura, la Geometría, la Astronomía y el impetuoso arte de la Navegación. En conjunto es fácil descubrir en tan tremendo desarrollo creativo un consistente proceso civilizatorio.
Había iniciado Platón la escritura de una osada Tetralogía que lamentablemente no alcanzó a terminar. Era una serie destinada a seguir la maduración de la sociedad, o el proceso civilizatorio. Elaboró los dos primeros diálogos, El Teeteto y El Sofista, trabajaba en El Político y pensaba en el último, El Filósofo.
Como era hombre de acción, se dispuso a convertir en filósofos a los tiranos de Sicilia. Soñaba con poner su hermosa república, bellamente descrita en su famoso diálogo sobre la indicada República, puesta bajo la conducción de filósofos. Muy bien pensado y sin embargo resultó un fracaso decepcionante.
Pensando en Platón pero sin mitos, quimeras, sombras, me dirijo ahora no a los diálogos platónicos, sino al que arrancara en México. Lo primero, es que concluya en acuerdos auspiciosos, garantizados y viables, que muy probablemente incentivarían otros tan o más perfectos.
Desde luego que nadie puede dar por logrado lo que aún no ha comenzado. La negociación “pública”, sin perjuicio de las muchas privadas o hasta recónditas que puedan celebrarse, para bien, entre las partes, sus aliados y los sistemas jurídicos internacional y regional. Esa sí sería una mesa bien montada, bien concebida y sin atmósfera belicosa.
El destino de la negociación en México, si sale mal, perjudicaría a todos sin excepción y si sale bien beneficiaría a todos. Sí, a todos. Por eso mismo habría que celebrarlo con la presencia de Maquiavelo y Platón y entregarle su medalla de oro a nuestro innoblemente maltratado país, al tiempo que con su fortaleza y temple, intactos. Preguntemos a quienes no se cansan de batir marcas mundiales, con Yulimar y Miguel Cabrera al frente.
*Punto de Corte no se hace responsable de las opiniones expresadas por sus autores, quedando entendido que son responsabilidad de sus autores
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