Caracas, 28 de julio de 2021
En febrero de 2007, se produjo un nuevo impulso alcista de la inflación, el gobierno socialista del siglo XXI cayó del forzado optimismo en que se acostumbró a navegar, a un hondo pesimismo. El caso es que, lejos de ser abatida, ha observado un trepidante incremento durante los siguientes años hasta colocarse en los más altos niveles del mundo.
Marx había escrito que los líderes revolucionarios que se jactaban de las revoluciones salidas de sus manos, pronto descubrieron que no se parecían en nada a las que habían imaginado. Si tuviéramos que proyectar la perspectiva en la que se había colocado aquel optimista irredento, lo mejor sería decirle que la revolución socialista no pasaba de ser una quimera. Tanto como para recordarle que el marxismo, el socialismo científico, el comunismo no pasaron nunca de ser utopías muy parecidas a las que él había condenado como fantasías.
El llamado socialismo científico de Carlos Marx nació en 1848, año en que fue editado El Manifiesto Comunista. Lo cierto es que todos los proyectos implementados invocando esa filiación, a la larga naufragaron. Por eso he calificado la de Marx como otra fallida utopía socialista.
Podría pensarse que los socialismos de Cuba, Venezuela y Nicaragua conforman una serie y, que si forjaran una estrecha unidad y aprovecharan las ventajas comparativas proporcionadas por la adición, tal vez contrarrestaran lo que están perdiendo como fallidos socialismos. Personalmente tengo que dudarlo, aun admitiendo que eso sea posible. Mis dudas surgen del lugar de donde han emanado las de Fidel, Raúl y probablemente del presidente actual de la Republica, Miguel Díaz Canel.
Las de Raúl fueron, conforme al carácter duro que lo caracteriza, quizá las más graves. Declaró cerrando casi todas las salidas, cuando rechazó el menor espacio para las evasivas. Si no cambiamos, ahora mismo caeremos en el precipicio.
Fidel no permitió que puesto a soltar advertencias, no cede el primer puesto a nadie, aparte de soltar bombazos similares, no podía prescindir del gesto dramático. Invitó a dos jóvenes periodistas norteamericanos de la revista gringa Atlantic para regalarles una explosiva declaración que detonaría una y otra vez en el mundo. Aprovechó la obvia pregunta de los muchachos que, por cierto, lo admiraban mucho, pero como buenos periodistas no perderían la ocasión de “pescar” noticias-bomba, para responder a la interrogante de si seguiría impulsando su revolución en distintas partes del mundo, para responder en tono efectista, ¡Vamos muchachos, lo de Cuba no les gusta ni a los cubanos! Impresionantes palabras que desconcertaron a sus aliados, entusiasmaron a sus adversarios y, por muchas aclaratorias que le pidieron, se mantuvo básicamente inconmovible.
Llegados a ese punto extremo estaba servida la mesa para ordenar un cambio de línea. Y efectivamente, el viraje se produjo ya posicionado Raúl en el cargo que siempre había controlado Fidel, desde el triunfo de la revolución hasta que en el VI Congreso del PCC asumió Raúl, con autorización de su hermano, la totalidad del poder´.
En el diseño de la nueva línea estratégica, su más cercano colaborador fue el presidente Miguel Díaz Canel. Raúl no pudo imponer una línea en su forma y fondo de llegar tan lejos, como lo hizo en China Popular el diminuto pero audaz pensador Deng Xiaoping, creador del socialismo de mercado, privatizador del mayor número de empresas del Estado en la historia y promotor del salto que se dice ha dado la nación más poblada del planeta, para convertirse en la segunda nación capitalista del universo.
Que Venezuela y Cuba prosigan una ruta parecida a la postulada -quizá con similar resultado-, depende expresamente de una negociación honda que promueva la democratización y unas elecciones libres, transparentes y coherentes, precisamente para garantizar su viabilidad y seriedad.
Todo este proceso se aproxima a su final, que comenzó con el calvario del caudillo Fidel. El pueblo de Cuba acaba de hacer una demostración colosal y admirable, resultado del largo retroceso que experimenta la revolución cubana. Hay demasiadas razones para asegurar que el destino de las revoluciones cubana y venezolana será el mismo. Y no se exagera cuando se habla de un viraje hacia la democracia, la libertad y la prosperidad.
El calvario de Fidel coincide con la emergencia triunfante de su hermano. Y el de Fidel, Raúl y Díaz Canel con lo que resulte del esperado viraje, del que pareciese no será protagonizado por el gobierno sino por el pueblo cubano.
Dalia, su abnegada mujer, lo ayudó a subir al estrado donde le esperaba Raúl. Los militares chocaron sus tacones y se llevaron enérgicamente la mano firme a la visera. Los civiles estallaron en una ovación no exenta de sentimientos de culpa, por el cambio que se produciría en los próximos minutos. El carro que lo transportaba al Congreso, lo hizo a gran velocidad. Las luces de los semáforos en verde y francotiradores en lo alto de los edificios. Raúl leyó su informe central con la línea estratégica que disgustaba a Fidel. Se sometió a votación el discurso y fue aprobado por unanimidad. Inmediatamente se sometió la candidatura de Raúl a los cargos, hasta hora, ocupados por Fidel. Aprobada también por unanimidad. En ambos casos, Fidel levantó la mano, vacilante y en silencio. Todo había concluido.
@AmericoMartin
*Punto de Corte no se hace responsable de las opiniones expresadas por sus autores, quedando entendido que son responsabilidad de sus autores
Síguenos a través de nuestras redes sociales: Twitter, Instagram, Facebook y YouTube