(Opinión) El amor y la nada. Por Eugenio Montoro

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Caracas, 15 de febrero de 2022
montoroe@yahoo.es

   Hacemos remedo con el título de estas letras al conocido librote de Jean Paul Sartre “El ser y la nada” que es buenísimo para bajarle la autoestima de cualquier lector al no entender ni pío de lo que allí se cuenta. Pero valga el título, ahora que estamos en la semana de los enamorados, para pasearnos con algunas reflexiones sobre el amor.

            Hace bastantes años nos tropezamos con un libro de título “The road less traveled” o “El camino menos transitado” escrito por un psiquiatra gringo de nombre Morgan Scott Peck, aunque por alguna razón no le gustaba mucho su primer nombre y firmaba M. Scott Peck.

            El libro fue publicado, sin pena ni gloria, en 1978, pero curiosamente seis años más tarde se convirtió en un best seller (y “de los mollejuos”) que le dio a Morgan una fama extraordinaria y vino a ser su mejor y más conocida obra.

            Comienza el libro recordando la primera noble verdad del budismo “la vida es difícil”. Bromeando un poco podríamos decir que esa conclusión de Buda era de esperar después de que casi se muere de hambre por andar de asomado con unos ascetas que iban pelando bolas por todas partes y con las costillas marcadas de lo flaco.

            Pero, ahora en serio, al aceptar finalmente que la vida es difícil uno deja de molestarse por los problemas que encuentra y los hace parte del paisaje hasta que, un milagroso día, ya dejan de alterarnos, los aceptamos, y la vida, entonces, deja de ser difícil.

            Nuestro desarrollo, en todos los aspectos, requiere evidentemente de grandes dosis de autodisciplina y el combustible principal para esto es el amor hacia nosotros mismos. La autodisciplina enfrenta la vida y acepta sus contratiempos como parte de su naturaleza y solo si nos amamos a nosotros mismos tendremos la voluntad y la energía para que a través de esa disciplina, logremos nuestro crecimiento personal,

            Durante nuestro crecimiento como individuos deberemos elegir entre caminos distintos y en la mayoría de los casos, el correcto, el mejor, seguramente será el más difícil y el menos transitado. Esto mismo es lo que dice Al Pacino casi al final de la película Perfume de Mujer cuando hace la defensa de su amigo universitario que le sirvió de lazarillo. Reconoce que siempre sabía cuál era el camino correcto, pero nunca lo tomó por parecerle muy difícil.

            Cuando hay disciplina y amor hacia nosotros mismos podemos entonces amar a los otros. Si es tu pareja podrás ayudarla a su crecimiento personal y si son tus hijos podrás ayudarlos a desarrollarse. Peck dice que el verdadero amor no es solo un sentimiento, es mayormente una actividad, una acción para extender las fronteras de nuestro ego de manera de incluir a los otros y posiblemente a la humanidad entera. También incluye el amor a las cosas. Se puede amar a las plantas de tu jardín, a la música, a los cuadros que pintas. En cierta forma coincide con Tomás de Aquino cuando decía que el amor es principalmente la acción para ayudar al crecimiento espiritual de los otros o de uno mismo. Amor es lo que se realiza.

Cuando uno traslada estos conceptos al caso de la situación en Venezuela nos damos cuenta de cuán lejos estamos del amor. El amor se traduce en acciones que tienen resultados y los que tenemos no pueden ser peores. Solo la diáspora de seis millones de compatriotas sin que los personeros del régimen muestren un mínimo de preocupación es una muestra de la mayor infamia y desamor.

El haber llevado al país a una catástrofe económica sin justificación alguna no solo es una muestra de falta de amor a la Patria sino además una prueba de ineptitud. Es inaudito que todas las grandes empresas de Guayana estén paralizadas y PDVSA casi destruida. El aceptar la dirección cubana comunista hurgando en nuestra soberanía pareciera una prueba que más amor le tienen al extranjero que a su propio país.

Podríamos seguir con ejemplos de falta de cariño y amor por Venezuela del grupo de malandros que nos está tocando sufrir, pero el principal es el de haber creado un sentimiento colectivo de impotencia, de desesperanza. Un aplastamiento al ánimo para hacer y progresar, muy contrario a la esencia del amor que es precisamente lo contario, el ayudar a los otros en su crecimiento e independencia. Aquí no hay amor, aquí solo hay la nada.

Este régimen es la antítesis del amor pue sus resultados lo prueban y delatan. Nuestro deber es, con el amor que sea posible, hacer que se marchen largo al carajo y nos dejen construir el país hermoso que, de lo que nadie duda, podemos tener.

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