Servicios públicos en Boa Vista colapsan ante la llegada de miles de inmigrantes venezolanos

Naciones de América Latina y otros continentes han recibido un número creciente de venezolanos que huyen de las dificultades económicas, el crimen y de lo que los críticos consideran un gobierno cada vez más autoritario.
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(Caracas, 12 de diciembre de 2017).- Naciones de América Latina y otros continentes han recibido un número creciente de venezolanos que huyen de las dificultades económicas, el crimen y de lo que los críticos consideran un gobierno cada vez más autoritario.

El país que alguna vez fue próspero, sede de las reservas probadas de petróleo más grandes del mundo, lucha con una profunda recesión, un desempleo generalizado, escasez crónica e inflación.

A medida que las condiciones empeoran, ciudades como Boa Vista afrontan una de las mayores migraciones en la historia reciente de América Latina. Con una infraestructura, servicios sociales y puestos de trabajo insuficientes para ese volumen de inmigrantes, las autoridades temen una crisis humanitaria.

En Roraima, el estado rural del cual Boa Vista es la capital, el gobernador decretó la semana pasada una “emergencia social”, poniendo a los servicios locales en alerta ante las crecientes demandas de salud y seguridad.

“Los refugios están llenos hasta el límite”, dijo George Okoth-Obbo, Alto Comisionado Auxiliar para las Operaciones del ACNUR (Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados) tras una visita al lugar. “Es una situación muy difícil”, agregó al mencionar los cientos de miles de inmigrantes que están llegando a Trinidad.

Ni siquiera el gobierno de Venezuela sabe con certeza cuántos de sus 30 millones de habitantes han emigrado en los últimos años.

Algunos sociólogos estiman que la cifra llega a los 2 millones, aunque el gobierno del presidente Nicolás Maduro cuestiona esa cifra.

BRASIL “NO ESTÁ LISTO”

 “Se van por problemas económicos, de salud y de seguridad pública, pero ejercen mucha presión sobre los países que tienen sus propias dificultades”, dijo Mauricio Santoro, politólogo de la Universidad Estatal de Río de Janeiro.

Unos 40.000 venezolanos llegaron a Brasil, dijo Okoth-Obbo. Algo más de la mitad de ellos ha solicitado asilo, un proceso burocrático que puede llevar dos años. La solicitud les otorga el derecho a permanecer en el país mientras se revisa su pedido, y les da acceso a salud, educación y otros servicios sociales.

Algunos inmigrantes en Boa Vista están encontrando formas de salir adelante, quedándose en los pocos refugios que las autoridades han proporcionado, como un gimnasio local. Otros vagan sin hogar, algunos recurren a la delincuencia, a la prostitución, y suman nuevos problemas a los desafíos sociales.

“Tenemos un problema muy grave que solo empeorará”, dijo la alcaldesa de Boa Vista, Teresa Surita, quien agregó que las calles de la ciudad, que solían ser tranquilas, ahora están cada vez más llenas de venezolanos pobres.

La mayoría de los inmigrantes en Boa Vista llegan por tierra. Si lo hacen en transporte público, en la ciudad venezolana fronteriza de Santa Elena, ingresan al país a pie y luego toman buses o viajan a dedo más hacia el sur, a Boa Vista.

El puesto fronterizo, que solamente cuenta con personal durante el día, permite que hasta 400 inmigrantes ingresen diariamente, según las autoridades. Para un estado que tiene la población más baja y la economía más pequeña de Brasil, la afluencia no es poca.

“El gobierno de Brasil no está listo para lo que viene”, dijo Jesús López de Bobadilla, un sacerdote católico que dirige un centro de refugiados en la frontera en el que se sirve desayuno de frutas, café y pan a cientos de venezolanos.

Un funcionario de alto rango del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil, que pidió permanecer en el anonimato, dijo que el país no cerrará sus fronteras. Okoth-Obbo señaló que su agencia de la ONU y el gobierno federal están discutiendo formas de trasladar a los refugiados a ciudades más grandes.

Las escuelas de Boa Vista han admitido a aproximadamente 1.000 niños venezolanos. El hospital local no tiene camas debido a la mayor demanda de atención.

En julio, un niño venezolano de 10 años murió de difteria, una enfermedad ausente de Roraima durante años. Giuliana Castro, la secretaria de Estado para la seguridad pública, dijo que tratar a los inmigrantes enfermos es difícil porque carecen de estabilidad, como una dirección fija.

“Aquí hay un riesgo de crisis humanitaria”, señaló. Reseña Reuters.

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