Caracas 22 de octubre de 2021. Eran cerca de las 9:30 pm del 2 de septiembre de 1981, la sala estaba a reventar y nadie imaginaba que esa fatídica noche alguien moriría más allá del libreto. Todo sucedido en la presentación de Eclipse en la Caracas bohemia de inicios de los 80.
“Todo lo que ven aquí es falso”, proclamaba Javier Vidal, el director, al subir el telón, más de media hora antes de que Marco Antonio Ettedgui cayese sobre el escenario de la Sala Rajatabla de Caracas.
Una joven Julie Restifo levantó un arcabuz “suerte de fusil de la época colonial” antiguo y peligroso. Encendió la mecha con una vela y disparó. Una ballesta voló y atravesó a Marco Antonio Ettedgui. Moriría, 11 días después, en el Hospital Clínico Universitario de Caracas. Tenía, apenas, 22 años.
Ettedgui nació en Caracas en el año 1959. De niño, al salir de misa, iba con sus padres y hermanos a las galerías de arte. Su padre, Marcos Ettedgui, era pintor.
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A partir de 1975, inició su camino en las artes escénicas. Estudiaba comunicación social en la Universidad Católica Andrés Bello. Allí daba clases Javier Vidal con quien tiempo después presentaría Eclipse, la fatídica obra que le arrancó la vida.
En las tablas se mostraban las desventuras de una familia decimonónica. Amparo era el nombre del personaje que encarnaba Julie Restifo. Marco Antonio repetía su nombre en el rol, apellidado Valleverde. Era la quinta obra de Autoteatro y la ópera prima de Vidal.
Ese 2 de septiembre era la decimonovena puesta en escena de Eclipse. De nuevo, Amparo y Marco Antonio protagonizaban la decadencia de una familia del siglo XIX.
Amparo levantó el mosquete y Marco Antonio Valleverde. (Ettedgui) debía levantarse, después de caído el telón, y reaparecer con el grupo a recibir la ovación. Lo habían hecho 18 veces, sin embargo, esa vez fue diferente.
La baqueta, con punta de flecha, cortando el aire, atravesar a Marco Antonio de extremo a extremo. Lo vio agarrarse del decorado, trastabillar, oyó el grito, ahogado. “Me muero, me muero”. Ella también habría gritado, pidiendo un médico.
Como pudieron el resto de los actores lo montaron en un Dodge Dart. Julie estaba en shock. No entendía. Recorrieron el trecho, de tres kilómetros, en menos de diez minutos, hasta la clínica Luis Razetti.
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“No tenemos equipo para atenderlo”, les dijeron, apenas lo vieron.
Lo estabilizaron y lo subieron a una ambulancia. Tres kilómetros y diez minutos más, al Hospital Clínico Universitario. El último recorrido de Marco Antonio, consciente.
Había un homicidio frustrado. Los primeros llevados a declarar a la sede de Parque Carabobo de la Policía Técnica Judicial fueron Julie y Roberto Bresanutti, el encargado de utilería.
A todos se les tomó declaración. Bresanutti se justificó. “Yo no le pasé directamente el arma, sino que la dejé en el suelo. Julie la tomó de donde yo la había dejado”. Ambos quedaron detenidos.
Marco Antonio entró en coma en el quirófano. El 13 de septiembre, 11 días después, falleció. La PTJ no autorizó a los detenidos acudir a las exequias. El 17 de septiembre se había dado por finalizada la investigación.
La ballesta formaba parte del arcabuz. Iba sostenida, bajo el cañón, en unas argollas. No se sujetó adecuadamente. Y voló, movida por la fuerza irremediable de la pólvora.
Julie Restifo es esquiva al tema. En 2011, dijo a la periodista Ayleen Cabas: “No lo he podido superar. Vivo con eso todos los días”. “Sale rápido del tema y habla de su relación con Javier Vidal”, escribió en la entrevista, la reportera.
Sobre este lamentable hecho que enlutó al país, se realizó años después la película “Homicidio Culposo”
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